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El semáforo de nuestra vida

18.06.2012 17:28

Ayer estaba tranquilamente esperando a cruzar un semáforo yme fijé en una madre y su hijo que se encontraban a mi lado. El semáforo cruza una calle ancha, aunque no en exceso, lo suficiente como para poder cruzarla en unos segundos. Es uno de esos semáforos que cuentan los segundos que tienes para cruzar, y, por tanto, te haces una idea de los segundos que permite el paso a los coches. No más de 30 segundos para cada participante de la marcha de la ciudad.

El niño tenía un juguete en la mano con el que iba trasteando. La madre miraba para todos lados, como esperando el momento en que ningún coche pasara. En un momento dado, la madre cogió del brazo al niño para cruzar, aún con el semáforo en rojo para nosotros, mientras el niño decía “mamá,¡que aún no toca!”.

Y, en volandas, se llevó al niño que estaba disfrutando de esos segundos de calma para jugar.

Una escena irresponsable, pero no por ello menos habitual, que me hizo darme cuenta de una cosa; así vivimos.

Sabemos muchas veces que “ahora no toca”. Ahora toca esperar,o ahora toca hacer otra cosa completamente diferente, pero no, no toca cruzar. Pero la impaciencia, el pensar qué tenemos que hacer después, el sentirnos con muchas tareas,… nos hace no disfrutar de cualquier pequeño espacio de tiempo que tenemos para descansar. Estamos siempre mirando a un lado y a otro, impacientes, intentando arrancar segundos de tiempo, saltándonos una regla fundamental: cada cosa, a su debido tiempo. Tenemos constantemente la cabeza en lo que viene después, o en cuánto tiempo necesito arrancar para poder hacer otra cosa completamente diferente, que no es lo que estoy haciendo en estos momentos. No, no estamos a lo que tenemos que estar, estamos siempre intentando cruzar entre los coches para poder hacer todo lo que se supone que tenemos que hacer.

Nuestra mente, en constante ebullición, está siempre diciéndonos qué hay que hacer, qué responsabilidad (real o imaginaria) tenemos que afrontar, dándole vueltas a los problemas, buscando huecos por donde meternos para poder gestionar todo. Así comienza el estrés, así comienza la rápida secuencia de pensamientos que nunca nos dejan descansar.

Y, por no esperar, por querer hacer cosas adelantándonos a que llegue su turno, arrastramos a los demás. Tiramos del brazo de la gente que nos rodea, queremos poner a los demás a nuestro ritmo; no contentos con el estrés que nosotros mismos generamos, lo generamos a los demás. No contentos con no aprovechar que aquí y ahora “toca lo que toca”, no se lo permitimos a los demás.

¿De verdad es tan necesario cruzar “cuando no toca”? ¿no podemos pararnos quince segundos y ser conscientes de lo que realmente tenemos aquí y ahora es lo que toca aquí y ahora?

 

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